Origenes del florecimiento oaxaqueño
A principios de la década de 1970, Oaxaca era un destino turístico que atraía visitantes nacionales y extranjeros por sus soberbios monumentos prehispánicos y coloniales, y por la riqueza de la cultura indígena que aún pervive a través de sus dieciséis etnias. Sin embargo, la ciudad en sí —netamente provinciana, como el resto del interior del país— carecía de una atmósfera cultural. El circuito del arte permanecía centralizado en la Ciudad de México y apenas despuntaban Monterrey y Guadalajara. La figura de Rufino Tamayo había colocado a su estado natal en el mapa internacional del arte, Rodolfo Nieto ya contaba con un buen reconocimiento internacional y Francisco Toledo comenzaba a brillar con luz propia; Rodolfo Morales todavía no aparecía en escena. Ninguno de ellos se formó artísticamente en Oaxaca, dado que, muy jóvenes, emigraron a la Ciudad de México en busca de mejores oportunidades.
Tras una estancia de cinco años en París, Toledo regresó en 1965 a Juchitán, donde permaneció hasta 1970 con intermitentes viajes entre Nueva York y México, finalmente se instaló en la ciudad de Oaxaca en 1986. Rodolfo Morales regresó a su natal Ocotlán en 1985, mientras que Tamayo y Nieto nunca lo hicieron. La formación artística en Oaxaca fue deficiente —o prácticamente inexistente— hasta principios de la década de los setenta.
La Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca fue la primera institución dedicada al arte, aunque, desde su fundación, el método de enseñanza fue obsoleto. En 1969 se llevó a cabo una renovación total de la Escuela que dio lugar a la conformación de la primera generación sólida de artistas jóvenes oaxaqueños. Esto se debió a la injerencia del pintor Roberto Donís, quien, invitado por el recién nombrado rector de la Escuela, el maestro Rubén Vasconcelos Beltrán, tomó a su cargo la dirección de la sección de Artes Plásticas y le dio un giro total, modificando de tajo el anquilosado sistema pedagógico.
A distancia comprobamos que el efecto que tuvo la enseñanza de Donís en un grupo de incipientes artistas, sentó las bases para el surgimiento de todo un movimiento que derivó en el boom de la plástica oaxaqueña contemporánea. Donís renunció a su cargo a fines de 1973 y en enero de 1974 se inauguró el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo en al ciudad de Oaxaca; ese mismo año, con el apoyo de Tamayo, abrió sus puertas el Talle de Artes Plásticos Rufino Tamayo en una casa ubicada en Murguía 306, bajo la dirección de Roberto Donís. Hay que destacar que su quehacer no se limitó a la labor pedagógica, sino que fue el pionero en la creación del mercado del arte oaxaqueño. Siempre insistió en la importancia de lograr que sus discípulos vivieran de su oficio.
En 1976 Tamayo creó una galería en las instalaciones del Taller. El objetivo de esta no era puramente comercial, sino que se buscaba tener un espacio de exhibición permanente para que los visitantes tuviesen la oportunidad de apreciar los alcances de los artistas incipientes. Después de diez años de intensa y fructífera labor, el ciclo de Roberto Donís en el Taller Tamayo llegó a su fin. La renovación de la Escuela de Bellas Artes de la UABJO y la creación del Taller Tamayo fueron piedra de toque del florecimiento cultural en Oaxaca en la década de los setenta.
Los años ochenta fueron el marco del surgimiento de los centros culturales, museos y galerías en Oaxaca, marcados por el retorno de dos figuras tutelares: Francisco Toledo y Rodolfo Morales.
La galería Quetzalli, fundada en 1986, marcó un hito en la promoción comercial del arte oaxaqueño contemporáneo. Además de ser la pionera, ha mantenido a la fecha la mayor coherencia y calidad en sus exponentes. A los pocos meses, La Mano Mágica abrió sus puertas, seguida de la galería Arte de Oaxaca en 1987.
Francisco Toledo regresó a la ciudad de Oaxaca en 1986, tras una intensa y fructífera experiencia en Juchitán, donde creó la Casa de la Cultura, institución pionera en el desarrollo cultural en el estado. Toledo siempre acarició la idea de crear un museo de arte contemporáneo en la capital oaxaqueña: la experiencia en Juchitán había sido muy enriquecedora y era el momento de mejorarla en un proyecto más ambicioso y de mayor trascendencia.
Por esos años no existía en Oaxaca ningún espacio dedicado a promover y difundir la creación de los jóvenes, ni había ninguna posibilidad de ver la obra de los maestros reconocidos —Tamayo, Toledo, Morales y Nieto— o, mucho menos, de artistas extranjeros. Los únicos museos importantes estaban dedicados al arte mesoamericano: el Museo Regional de Oaxaca y el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo.
Francisco Toledo fue pionero en la fundación del primer centro cultural en la ciudad, creado con sus recursos personales: el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), inaugurado en noviembre de 1988. Cabe señalar que a tres décadas de su creación, en la actualidad sigue siendo uno de los centros culturales más concurridos de la ciudad, así como un órgano para la difusión de las artes gráficas único en nuestro país; el IAGO es una institución de relevancia capital para la formación artística de los oaxaqueños que tienen acceso a la historia universal de las artes a través de sus exposiciones y de su portentoso acervo bibliográfico.
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A diferencia de muchas otras bibliotecas que se conservan como mausoleos, al IAGO acuden cotidianamente decenas de asistentes a consultar el acervo considerado el más importante de Latinoamérica con sus más de sesenta mil volúmenes dedicados a todas las artes. Como complemento a la promoción de las artes gráficas, en 1990 surgió la revista El Alcaraván, publicación trimestral que durante cinco años dedicó diecinueve números a temas relativos a la gráfica, y a la defensa del patrimonio artístico y natural oaxaqueño.
También por iniciativa del Maestro —como se llamaba coloquialmente a Toledo— en 1992 abrió sus puertas el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). A partir de esta iniciativa comenzaron a florecer los diferentes centros culturales también promovidos y patrocinados por él: el Centro fotográfico “Manuel Álvarez Bravo”, la biblioteca para ciegos “Jorge Luis Borges”, la Fonoteca “Eduardo Mata”, el Cineclub “El Pochote” y el Taller Arte Papel Oaxaca.
La labor filantrópica del artista Rodolfo Morales, fallecido en 2001, también dejó una huella en el desarrollo cultural de Oaxaca. Hacia 1990, Morales ya había convertido su casa de Ocotlán en un centro cultural para los jóvenes del pueblo, y en 1992 creó la Fundación Cultural Rodolfo Morales AC, para canalizar diversos proyectos filantrópicos, con sede en la ciudad de Oaxaca. Uno de los objetivos principales de la Fundación fue la promoción, restauración y conservación de monumentos arquitectónicos, pictóricos y escultóricos del periodo colonial y la formación de jóvenes en el oficio de la restauración. Su participación activa y mecenazgo a lo largo de su vida también dejaron una huella en el desarrollo cultural de Oaxaca.
Ya entrado el siglo XX, el boom cultural en Oaxaca sigue floreciendo con la aparición de otros centros culturales de gran envergadura promovidos por Francisco Toledo y por la llegada del Fundación Alfredo Harp Helú, importante órgano promotor de las artes. Las galerías de arte proliferan y el número de creadores locales y foráneos activos en la región ha contribuido a crear una atmósfera cultural sin parangón. Oaxaca es, sin duda, la ciudad más rica y activa en nuestro país en términos culturales, y es un ejemplo de filantropía, mecenazgo tu participación social como hay pocos en el mundo.
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Fragmento del libro “+50 Artistas Contemporáneos de Oaxaca”, autoría de Alonso Aguilar Orihuela y Paola Ambrosio, que puede adquirir en la NN Galería-Taller.
AGUILAR, Orihuela Alonso, et. al. (2019) “Colección bibliográfica: +50 Artistas Contemporáneos de Oaxaca”. Oaxaca, Oax. Ed. Arte Actual Oaxaca y Cámara de Diputados Federal.
Sobre la autora: Germain Gómez Haro es Actual Directora de Casa Lamm, Doctora en Historia del Arte por la UNAM. Crítica de arte en publicaciones como La Jornada, ArtNexus. Ha colaborado en la investigación y asesoría temática en la producción de la serie de 10 documentales “Otro modo de ver” (2007) sobre la plástica oaxaqueña contemporánea y en el largometraje “El Informe Toledo” (2009), sobre la vida y obra del artista Francisco Toledo. Es miembro del AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte) e ICOM (International Counsil of Museums), y del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.Ha sido ensayista en numerosos catálogos de exposiciones de arte contemporáneo.