Oaxaca, epicentro cultural en México (Parte 1)

Oaxaca es el único estado de la República Mexicana donde se ha desarrollado una fuerte tradición propia de arte contemporáneo. Desde hace más de tres décadas, es un vibrante centro de producción artística que ha despertado el creciente interés en los ámbitos nacional e internacional por la pléyade de creadores locales y foráneos que ahí confluyen y por la diversidad de sus creaciones. Esta proliferación de artistas plásticos tuvo sus orígenes en la década de los setenta cuando don Andrés Henestrosa escribió:

“Siempre que estoy frente a un cuadro de Rodolfo Nieto, lo mismo que si lo estoy frente a uno de Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Rodolfo Morales, me ocurre pensar si no fuera ya la hora de proponer la existencia, dentro de la Escuela Mexicana de Pintura, de una Escuela Oaxaqueña de Pintura. Hay, en todos, un aire de familia, una entonación, consonancias y asonancias que los emparenta y los identifica. Cada uno tiene su voz y su palabra propia, pero el eco, la resonancia, ya cercanos, ya remotos, vienen del mismo coro. Cada uno camina por su lado, pero hay puntos en que convergen. Son las líneas paralelas que en algún lugar se juntan…”.

Críticos e investigadores han refutado la existencia de una “Escuela Oaxaqueña de Pintura”, sin embargo, lo cierto es que, después de la capital mexicana, la ciudad de Oaxaca es el epicentro cultural más importante de nuestro paìs y del que han surgido la mayor cantidad de artistas visuales.

De este hecho se desprenden varias interrogantes: ¿Por qué Oaxaca ha producido tantos artistas en las últimas décadas? ¿Cómo y por qué se originó este fenómeno cultual? ¿Qué factores han intervenido en el desarrollo de un centro cultural regional de tal envergadura? ¿Qué tienen en común los artistas oaxaqueños contemporáneos? En una época regida por la globalización, ¿es pertinente agrupar a los artistas oaxaqueños por el simple hecho de pertenecer a un contexto geográfico? ¿La circunstancia de su nacimiento en esa región tiene que ver directamente con sus modos de expresión artística? Todas estas interrogantes se plantean para tratar de entender por qué Oaxaca se ha convertido en el centro cultural de mayor intensidad en el país.

A lo largo de sus más de tres mil años de tradición artística ininterrumpida, se puede afirmar que el estado de Oaxaca es un mosaico pluricelular que pervive como tal hasta nuestros días. Por eso resulta imposible e inadecuado referirse al contexto cultual oaxaqueño como una unidad homogénea. Esto nos lleva a cavilar acerca de la diversidad intrínseca que existe entre los artistas oaxaqueños, ya que, aún siendo nativos del mismo estado, sus tradiciones y costumbres varían de acuerdo a su lugar de origen. A mi parecer, es precisamente esa confluencia de diversidades y semejanzas entre ellos lo que los dota de una particularidad especial.

A pesar de las diferencias que se derivan de la multietnicidad, los artistas oaxaqueños tienen sangre indígena y provienen de familias apegadas a las tradiciones, por lo que su formación cultual es, en muchos casos, similar. También, es común que uno o varios miembros de la familia se dediquen a algún oficio artesanal desde la infancia, y al estar en estrecho contacto con las labores tradicionales, desarrollan habilidades manuales que, a la postre, se ve en reflejadas de alguna manera en su creación artística. Su bagaje cultural comprende un sinfín de elementos visuales de gran peso que, invariablemente, tarde o temprano., afloran en su arte. Si el arte viene del arte y ninguna tradición cultual surge por generación espontánea, cabe tomar en cuenta todos los elementos anteriormente señalados para intentar una aproximación a la esencia de la plástica oaxaqueña contemporánea.

Actualmente nos queda claro que el arte oaxaqueño contemporáneo no se desarrolló bajo ninguna “escuela” determinada, ya que los artistas siempre han trabajado de forma independiente, no comparten ninguna ideología, ni persiguen ningún objetivo común. Hay, entre muchos de ellos, analogías, pero existen por igual diferencias y semejanzas. Por lo tanto, una “escuela” como tal no la hay, en el sentido de centro de enseñanza en el que se practica y se cultiva un estilo en particular, bajo ciertos cánones y parámetros, y bajo la tutela de maestros determinados. Sin embargo, lo cierto es que sí existen ciertas constantes estilísticas bien definidas, que hacen que el arte oaxaqueño presente un “aire de familia”: los artistas mantienen una unidad compartida que se basa en su tradición cultural milenaria.

Aunque coinciden en un mismo tiempo y espacio geográfico, no pertenecen a ningún grupo o movimiento. Aglutinar su trabajo dentro de una “escuela” significa reducirlo a un bloque, uniformar su creación y restarle individualidad. Más que una “escuela” con figuras generadoras y seguidores, considera que la creación artística contemporánea en Oaxaca se haya desarrollado como una especie de cadena que marca una línea de continuidad a partir de Rufino Tamayo, pero en la que cada eslabón presenta sus modalidades propias.

En el arte oaxaqueño actual se reconocen una serie de rasgos comunes que se han convertido en correspondencias formales y estilísticas, pero a la bordar directamente el trabajo de cada autor, se comprueba que también existe una amplia diversidad de lenguajes y propuestas. Esto es lo que, a mi juicio, dota a la plástica oaxaqueña de un carácter propio y original.

El peso de la tradición cultural en la historia del arte oaxaqueño es demasiado fuerte para no ser tomado en cuenta. Desde mi perspectiva, lo que caracteriza a la plástica oaxaqueña contemporánea es su tentativa de expresar la esencia de la cultura autóctona en un lenguaje plenamente actual, heredero de las vanguardias artísticas del siglo XX; es decir, es un arte que expresa la confluencia de la herencia ancestral y la experiencia personal del artista, en una búsqueda de unión de lo mítico y lo cotidiano. De ahí se dedican algunas de las constantes que dan su especificidad a este arte vinculado con el pasado, pero a la vez, consciente de las innovaciones en la creación internacional de nuestro tiempo.

Rufino Tamayo fue uno de los primeros artistas que incorporó la esencia de sus raíces indígenas a su quehacer pictórico, toda vez que se mantuvo al margen de la retórica nacionalista de la llamada “Escuela Mexicana de Pintura”. Siguiendo la brecha abierta por él, los oaxaqueños retoman las tradiciones antiguas para transfigurarlas; abrevan de las fuentes prehispánicas y coloniales, ya, sobretodo, de las que aún se mantienen vivas en sus comunidades, para perpetuarlas a través de su trabajo.

Al igual que Tamayo – en el intento por establecer un vínculo con sus raíces- los artistas oaxaqueños de las generaciones posteriores evocan la magia, la cosmogonía antigua, los mitos y ritos ancestrales, las creencias populares, las leyendas y supersticiones, todo esto, fundido en su experiencia personal. Por esta vía coinciden en la búsqueda de recuperación, apropiación y síntesis de imágenes provenientes de estéticas antiguas.

Su obra nos vincula a un mundo de vida y muerte, de sueños, de recuerdos bordados con los hilos de sus creencias indígenas y cristianas. De ahí se deriva una de sus características más comunes que es la indagación en las mitologías mesoamericanas que sobreviven en las comunidades indígenas.

No te pierdas nuestra siguiente publicación con la Parte 2 del artículo “Oaxaca. Epicentro cultural en México

Fragmento del libro “+50 Artistas Contemporáneos de Oaxaca”, autoría de Alonso Aguilar Orihuela y Paola Ambrosio, que puede adquirir en la NN Galería-Taller.

AGUILAR, Orihuela Alonso, et. al. (2019) “Colección bibliográfica: +50 Artistas Contemporáneos de Oaxaca”. Oaxaca, Oax. Ed. Arte Actual Oaxaca y Cámara de Diputados Federal.

Sobre la autora: Germain Gómez Haro es Actual Directora de Casa Lamm, Doctora en Historia del Arte por la UNAM. Crítica de arte en publicaciones como La Jornada, ArtNexus. Ha colaborado en la investigación y asesoría temática en la producción de la serie de 10 documentales “Otro modo de ver” (2007) sobre la plástica oaxaqueña contemporánea y en el largometraje “El Informe Toledo” (2009), sobre la vida y obra del artista Francisco Toledo. Es miembro del AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte) e ICOM (International Counsil of Museums), y del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.Ha sido ensayista en numerosos catálogos de exposiciones de arte contemporáneo.